Kanashimi no nami ni oboreru
En una escuela gigante, un edificio enorme, cuyas paredes infinitas y vidriadas daban paso a un inmenso techo; en su superficie negra, con la luz del atardecer, nos encontrábamos nosotros. Ella, que oteaba el horizonte despreocupada, tenía algo inquietante. Con su cabello rubio que resplandecía entonces más que nunca, pareciendo casi platino, cualquiera diría que era un ángel. Yo, mirando hacia otro lado, simplemente no podía soportarlo. Con el cabello más apagado, recogido de mala manera con una cola alta y semblante serio la evitaba, apoyado en el bordillo con calma aparente y las manos en los bolsillos. Desde ahí se podía ver perfectamente el sol naranja reflejándose en la fuente más grande del jardín interior, pero eso no era suficiente. Se giró hacia mí, con las manos atrás mientras me sonreía como de costumbre. El agua teñida no fue capaz de captar toda mi atención y no pude evitar mirarla por el rabillo del ojo, lo que desencadenó una intensificación de su sonrisa. Quería que le prestase atención, pero no la que soy capaz de ofrecerle -cerré los ojos- o al menos no la que quiero ofrecerle. Me di cuenta hace mucho tiempo, es increíble que haya accedido a verla de nuevo, quiso decirme algo pero se trabó ella sola al ver que me incorporaba y caminaba pasillo adentro, con paso acelerado. No duré mucho, pues ella me agarró del brazo a los pocos pasos, me giró y sin dejar de agarrarme me dijo:
-¿Cuanto tiempo piensas seguir huyendo de mí?
Su confianza hacía que el ambiente me pesara. Enfadado me liberé cogiendo su mano con violencia y soltándola bruscamente
-El suficiente como para que me dejes tranquilo... Eres como un cáncer.
Se sorprendió algo al escuchar eso, pero no por ello dejó de sonreír. De hecho, se echó a reír, y dijo con los ojos bien abiertos.
-Tu lo has dicho. Soy un cáncer, y es por eso por lo que jamás te libraras de mí- Hacía tiempo que no se ponía así, es porque yo había explotado primero. Me entraron ganas de llorar de rabia, pero me mantuve callado mirándola, incrédulo- Ya lo sabes ¿no? Te conseguiré a cualquier precio, cariño. Te quiero tanto... Me iré apoderando de ti
-Qu...
Avanzó un paso
Avanzó un paso
-Hasta que te consum-
No la dejé terminar, grité y lagrimeando le solté un puñetazo que ni yo mismo me esperaba, con ello hice que girase la cara y hasta parte del cuerpo. Se cayó al suelo apoyando las manos y con la cabeza baja. Me miré el puño, dolorido, y encontré algo de sangre. Me miró, y rápidamente me limpié la sangre en la chaqueta, solo el pensar que era suya me repugnaba. Se levantó muy suavemente, como si nada hubiera pasado y una vez más me sorprendió.
-Hazlo de nuevo
Se tocó la mejilla y arrastró el dedo hacia la sangre, que se encontraba en la comisura de sus labios.
-¡Hazlo! ¡Hazme más marcas!
No podía contestar nada a eso, y me quedé en silencio.
Tras pasarse la mano por la cara un rato, se la miró. Yo no podía parar de llorar.
-Esto se me va a hinchar... mañana me acordaré de ti cuando me duela... quiero acordarme de ti siempre.
-Estas loca.
-¡PÉGAME HIKARI, PATÉAME HASTA QUE NO ME PUEDA MANTENER EN PIE!
-No...
No podía contenerme más el llanto, el dolor en mi garganta era insoportable. Mirarla era un reto, se desenfocaba continuamente, aunque podía ver perfectamente todo lo que hacía.
-Es tan maravilloso que me toques... ¡No puedo sentirme mejor! Vamos, hazme algo de nuevo.
Volvió a dar un paso con las manos extendidas, pero esta vez yo retrocedí, cubriéndome con los antebrazos. Negué con la cabeza, desesperado.
-¡NO! ¡DÉJAME! Esto es...-me derrumbé por completo, dando rienda suelta a todos los sollozos y gritos que había estado reteniéndome- ¡Esto es demasiado! ¡Simplemente desaparece!
Corrí lejos... todo lo rápido que puede correr alguien. Me perdí por los pasillos.
-Sí... Como me pones cuando te alteras tanto...- Se relamió, y continuó por el pasillo opuesto al mío- Mañana será otro día.
·····················································
Pasaron las semanas y me calmé. Pero no fue por el empeño que le puse, eso seguro. Más bien era ella la que me dejaba espacio, y fue lo mejor que pudo hacer. Cruzábamos miradas, pasábamos cerca.... Incluso se hacían corrillos de amigos en los cuales ambos nos encontrábamos, ella me sonreía y cuando veía que me empezaba a incomodar, se marchaba. La mayoría de las veces me quedaba mirándola mientras se alejaba. No me acababa de creer lo que hacía. Este es un motivo más por el que rumoreaban que me gustaba, a parte de lo que iba soltando ella sola. Pero esa es otra historia.
Calma aparente.
Sin embargo, no todo estaba a mi favor. No es que me mate lo que digan los demás, pero lo veo perfectamente. A sus ojos no soy más que la escoria que pegó a una chica, que la trata mal, que en general trata mal a todo el mundo. Aunque no sepan nada de mí saben lo suficiente, y así convivimos en esta extraña simbiosis: ellos me hacen sentir mal, yo les hago sentir mal, todo el mundo gana. Todo gracias a ella... En realidad no me quiere... me quiere destrozar para más tarde poder recoger tranquilamente los cachitos. Y esa obsesión me está matando.
-Buenos días, Hikari.
Toda la clase se giró para vernos. A veces rezo por que ella lo pase la mitad de mal que yo, no hay una buena cara para ella, ni una sonrisa, ni NADA que pueda atraerla.
-Eh...
Miré a los compañeros, era lógico que esperaban una respuesta mía...¡Pero es que no puedo dársela! Por qué... la volví a mirar a ella, y justo entonces la puerta de la clase se abrió y entró el siguiente profesor. Saqué mis libros como si nada y no me vi obligado a responder, ya que eran cada vez menos las caras que me acribillaban. La miré, ella me seguía mirando con dulzura, y vi que me susurró "te amo", y volvió a lo suyo, dichosa, feliz. Soy tan vulnerable a su lado... No hago por defenderme, no hago por que sepan la verdad, porque su verdad ya está más que dicha. Ese juego, a parte de que me cuesta a horrores meterme, sé que lo tengo perdido desde hace mucho antes de darme cuenta de su existencia. Parecía que se me estaba acabando la tregua. A la hora de comer, me asomé a la cafetería. No era costumbre en mí, ya que a hora punta había siempre demasiada gente, pero los nervios me habían tenido en tensión toda la mañana y me dio hambre. Me salté mi norma y entré a pesar de comprobar la cantidad de alumnado presente. La cafetería tenía dos señoras detrás de la barra, la cual estaba compuesta por varias neveras acristaladas que mostraban la variedad de menús disponibles. En algunos, había menús del día anterior por si alguien quería repetir, era realmente una cafetería completa, pero muy gris. Lo único que le faltaba [...]. Mínimo una vez a la semana me encierro en mi habitación y no como con tal de no verla, me deprime. Esa tarde todo apuntaba que ir a la cafetería sería un suicidio... Demasiados niños, demasiado lúgubre, demasiado ruido, claro, acabaré de deprimirme en un instante. Pero no
Es increíble de lo que es capaz una sola persona... guapa, lista y popular, claramente es la reina y lo sabe. Su expresión es siempre de un nivel de seguridad que se sale de mi entendimiento, como si tuviese todo estrechamente calculado para salirse con la suya, y por ahora ha sido torturarme. Es como una cárcel sin barrotes.
Exacto.
Una mañana, me puse el uniforme como de costumbre, pero no me dirigí a las clases. Me dirigí al muelle.
La escuela, que tenía un aspecto casi de catedral, estaba situada en el centro de una pequeña isla, en mitad del océano. Desde las aulas y las habitaciones, eramos capaces de discernir el mar a unos pocos kilómetros
-Buenos días, Hikari.
Toda la clase se giró para vernos. A veces rezo por que ella lo pase la mitad de mal que yo, no hay una buena cara para ella, ni una sonrisa, ni NADA que pueda atraerla.
-Eh...
Miré a los compañeros, era lógico que esperaban una respuesta mía...¡Pero es que no puedo dársela! Por qué... la volví a mirar a ella, y justo entonces la puerta de la clase se abrió y entró el siguiente profesor. Saqué mis libros como si nada y no me vi obligado a responder, ya que eran cada vez menos las caras que me acribillaban. La miré, ella me seguía mirando con dulzura, y vi que me susurró "te amo", y volvió a lo suyo, dichosa, feliz. Soy tan vulnerable a su lado... No hago por defenderme, no hago por que sepan la verdad, porque su verdad ya está más que dicha. Ese juego, a parte de que me cuesta a horrores meterme, sé que lo tengo perdido desde hace mucho antes de darme cuenta de su existencia. Parecía que se me estaba acabando la tregua. A la hora de comer, me asomé a la cafetería. No era costumbre en mí, ya que a hora punta había siempre demasiada gente, pero los nervios me habían tenido en tensión toda la mañana y me dio hambre. Me salté mi norma y entré a pesar de comprobar la cantidad de alumnado presente. La cafetería tenía dos señoras detrás de la barra, la cual estaba compuesta por varias neveras acristaladas que mostraban la variedad de menús disponibles. En algunos, había menús del día anterior por si alguien quería repetir, era realmente una cafetería completa, pero muy gris. Lo único que le faltaba [...]. Mínimo una vez a la semana me encierro en mi habitación y no como con tal de no verla, me deprime. Esa tarde todo apuntaba que ir a la cafetería sería un suicidio... Demasiados niños, demasiado lúgubre, demasiado ruido, claro, acabaré de deprimirme en un instante. Pero no
Es increíble de lo que es capaz una sola persona... guapa, lista y popular, claramente es la reina y lo sabe. Su expresión es siempre de un nivel de seguridad que se sale de mi entendimiento, como si tuviese todo estrechamente calculado para salirse con la suya, y por ahora ha sido torturarme. Es como una cárcel sin barrotes.
Exacto.
Una mañana, me puse el uniforme como de costumbre, pero no me dirigí a las clases. Me dirigí al muelle.
La escuela, que tenía un aspecto casi de catedral, estaba situada en el centro de una pequeña isla, en mitad del océano. Desde las aulas y las habitaciones, eramos capaces de discernir el mar a unos pocos kilómetros